En general soy una persona que acepta con alegría todo tipo de regalos; sin embargo, debo aceptar que hay uno en especial que puede hacerme tremendamente feliz o de plano me provoca fruncir el entrecejo: la ropa.
La ropa es un regalo complicado porque considero que implica tomar en cuenta a quien lo recibirá, por eso siempre agradeceré eternamente a los que se detienen a pensar un par de minutos antes de elegir.
No se ofendan si me regalan una playera BEBE o un pantalón con letreros brillantes en las nalgas y nunca me lo pongo, simplemente los invito a reflexionar el hecho de que pudieron haber invertido la misma cantidad de dinero (o hasta menos) en cualquier otra cosa.
A continuación, ilustro los objetos de mi desprecio:
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