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21 de diciembre de 2009

Fácil

He de decir que, más que recibir, me encanta dar regalos. Disfruto mucho el proceso de buscar algo para alguien, por más que en ocasiones resulte un poco agobiante o dificultoso. Dicen que hay gente "difícil" al momento de escogerle un obsequio. Y puede que sea cierto. Muchas veces la gente me coloca en esa categoría, cosa que no comprendo: soy un fácil, lo confieso. Cualquier cosa me viene bien y la recibo de buen agrado. Cierto que hay presentes que gustan más que otros. Y ya que se trata de decir aquí lo que más me gusta recibir, dejo las vueltas y aterrizo: adoro los regalos que hablan de quien lo entrega al mismo tiempo que establecen una conexión conmigo o con la relación entre esa persona y yo. Es algo muy sencillo. Son esos regalos donde se nota que el que entrega pensó en ti, pero no dejó de pensar en sí mismo.

Ayer, con motivo de mi cumpleaños, recibí varios obsequios de esa naturaleza. Un libro cuyo título encierra algo de quien ofrece el regalo y que a su vez está pensando en lo que sabe de mí. Un juguete que representa puntos concretos de mi infancia pero vista desde la mirada de una amistad construida en la vida adulta. Un libro que contiene la respuesta que alguien viene desde hace tiempo queriendo soltar para algunas de mis crisis existenciales. Un buen vino que ambos —quien da y quien recibe— sabemos disfrutar aunque los triglicéridos se me alboroten. En fin. Los ejemplos son de ayer, pero la lista de tantos años no acabaría nunca.

Al final, insisto, la cosa es simple. Cualquier cosa en la que una persona se detuvo un segundo a pensar en mí desde sí misma, es siempre más que bienvenida. ¿Así o más fácil?

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